Desde el inicio de la civilización humana, los conflictos se originan de muchas formas y siempre serán expresiones sociales. Por tanto, si algo hay seguro, es que donde conviven seres humanos el conflicto surgirá inevitablemente. Debido a lo anterior, es indispensable adquirir las destrezas que nos permitan en la medida de las posibilidades gestionar estas dificultades mediante una solución eficaz.
La adquisición de estos “súper poderes”, debe verse como parte de nuestra formación y evolución a mejores formas de relacionarnos entre individuos y naciones.
Los niños que desde pequeños desarrollan tolerancia a la frustración, empatía, capacidad para escuchar, comunicación asertiva y algunas otras herramientas, lograran relaciones más exitosas en el ámbito donde se desenvuelvan, por lo tanto, somos los adultos quienes debemos esforzarnos en adquirirlas y fomentarlas en ellos para que trasciendan a lo largo de las generaciones.
La actividad que desarrollo en el ámbito profesional como mediadora y gestora de conflictos me ha permitido llegar a la conclusión de que estos, no son necesariamente provocados por la otra parte, sino por nuestra falta de pericia para manejarlos, y me explico:
Alguien con quien tenemos una relación ya sea sentimental, familiar, laboral, comercial o de cualquier índole nos envía un estímulo que nos contradice, que difiere de nuestra opinión, que percibimos como el incumplimiento de una expectativa, que consideramos un faltar a la verdad etc.; nosotros tenemos entonces la capacidad de reaccionar ante ese estímulo de dos maneras:
1) Desde nuestra perspectiva o,
2) Con una visión más amplia que abarque también la perspectiva de quien nos dirigió el estímulo.
Cuando nos inclinamos por la primera opción, nace el conflicto. Entonces viene la reacción intempestiva y retaliatoria, que busca sin lugar a dudas imponer nuestro argumento y resolver en modalidad “yo gano y tu pierdes”. Este tipo de gestión de los conflictos puede ser satisfactoria en un principio, ya que aparentemente se obtiene lo que se quiere; sin embargo, no pondera el valor de la relación misma y la importancia de conservarla, sino únicamente el deseo de ganar, por lo tanto, ganando es probable que se pierda y todo al calor de emociones temporales.
La segunda alternativa amerita una pausa entre el estímulo y la reacción, que nos permita obtener mayor información, análisis y diferentes consideraciones creativas en la forma de abordar el incipiente conflicto. Se requiere responder a preguntas tales como: ¿Conozco toda la verdad? ¿De qué manera me afecta esto a mí? ¿Qué intereses y valores me han sido trastocados? ¿he tomado el tiempo para conocer la perspectiva de mi contraparte? Este estilo de pensamiento implica disciplina, inteligencia emocional, asertividad, generosidad y autocontrol, entre otras técnicas que se pueden adquirir a lo largo de la vida, pero cuanto antes mejor. Después de este análisis es factible resolver de mejor manera el conflicto. En ocasiones se requiere contar con el apoyo de un profesional en el campo de la mediación quien de manera neutral facilita que se dé la comunicación entre las partes en aras de lograr consensos.
Lo anterior equivale a “desarmar la bomba” antes de que estalle, porque permite resolver eficientemente los diferendos antes de que escalen e incluso evitarlos.
El beneficio de este “súper poder” es de gran relevancia para la pacificación de los ambientes desde los núcleos más pequeños de la sociedad hasta las esferas más altas de las relaciones entre las Naciones.
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