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Todos estamos un poco rotos

Todos estamos un poco rotos, mientras más pronto lo entendamos mejor nos podremos relacionar con las personas. Muchos conflictos se deben a que somos nosotros mismos quienes depositamos sobre los demás expectativas irreales o difíciles de cumplir, las cuales se convierten en grandes decepciones que fracturan nuestras amistades o relaciones familiares y comerciales. El entender el “bagaje” emocional y cultural de las personas, sus vivencias y carencias, nos permitirán situarnos con mayor conocimiento en la clase de relación que estamos emprendiendo.




Por otra parte, tratándose de una relación comercial es importante investigar y conocer más de los antecedentes del cliente o asociado con quién deseamos entablar un negocio: Si es una entidad conflictiva con antecedentes de litigios y demandas en su contra, si pertenece al buró de crédito, e incluso, verificar su fama pública. 


La verdad nos hace libres para elegir si deseamos entrar en una relación  de cualquier tipo, cuando poseemos de antemano información suficiente para emitir un juicio de valor sobre alguien más. No estoy sugiriendo prejuicios, pero sí informarse sobre los antecedentes de la otra persona o empresa, siendo objetivos y sin dejarnos llevar por emociones pasajeras. 


Por otro lado, es importante no apresurarse a tomar decisiones basadas en la primera impresión, porque suele ser engañosa, aunque gracias a esta podemos obtener algunas señales de alerta que nos indiquen que debemos indagar más.



Suele suceder que en las relaciones interpersonales, nos dejamos llevar por la vista y lo que agrada o desagrada a los ojos, para después constatar que la belleza externa no es coincidente con la interna y que la persona que era irresistiblemente atractiva ha resultado ser capaz de lastimarnos o decepcionarnos grandemente o viceversa. Alguien que no tenía grandes atributos físicos resulta ser mucho más confiable y con hermosos sentimientos. Sé que eso de la belleza interna y externa suena a cliché, ¿verdad? pero mi reflexión no se limita a eso, sino a los atributos tales como la confiabilidad, la integridad, la lealtad, la congruencia entre otros.


También es importante separar a la persona de la conducta. Las conductas son realizadas por personas; es decir, podemos aprobar o desaprobar la conducta de alguien, pero dice mucho de nosotros la manera en la que manejamos la decepción y las falsas expectativas y cómo gestionamos una disrupción. 


Coincido con quienes piensen que aún teniendo información suficiente podemos ser decepcionados e incluso engañados, pero al menos no podemos reprocharnos el no haber sido más cautelosos. Afortunadamente nadie es perfecto, por eso diligenciar adecuadamente los conflictos, libres de impulsos y emociones como el enojo y la frustración, nos permitirá aprender las lecciones que siempre acompañan las decepciones y crecer internamente,  entendiendo que nosotros mismos también tenemos el potencial de decepcionar, pero que, cuando inevitablemente sea nuestro turno involuntario  de decepcionar a alguien, podamos solicitar recibir un trato mucho más benevolente, porque hemos entendido que todos sin excepción estamos un poco rotos.



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