Constantemente escuchamos la palabra poder, empoderamiento, poderoso y los relacionamos como sinónimo de éxito y de encumbramiento de una persona, grupo social o institución.
Hoy quiero referirme a este aspecto cuando incide en las relaciones interpersonales y cuando en desbalance, es el origen de muchos conflictos.
Frecuentemente en mi trabajo como mediadora me encuentro que entre las partes en conflicto existe un notorio desequilibrio de poder y una de las técnicas que utilizo es la de propiciar que se recupere el balance para que la parte que se encuentra en desventaja encuentre el espacio donde adquiera la confianza de expresarse, de exponer sus necesidades e intereses y los plantee de una forma asertiva para el logro de acuerdos. No es una tarea sencilla “convencer” a la parte que tiene el control de la relación de que no puede continuar “aplastando” a la otra y que se requiere ceder parte de ese poder para resolver.
En ocasiones hay personas que están en una relación sentimental, laboral o comercial bajo amenaza o coerción y por la posibilidad de ser dañados o abandonados o que les sean revelados sus secretos y se sienten obligados a permanecer en una relación y peor aún aceptar todo tipo de maltratos y humillaciones con tal de no recibir el “castigo” que les es prometido.
Cuestiones como el uso de la intimidación, el abuso emocional, el aislamiento social y físico, el minimizar o negar un reclamo legítimo o culpar de todo a la persona más frágil lamentablemente ocurren con demasiada frecuencia y se normalizan de tal forma que quien está siendo abusad@ ni siquiera lo percibe como algo anormal.
El tema del abuso económico por medio del cual una persona con mayor poder económico, influencias, capacidad de decisión o incluso carisma que hace que perjudique los intereses económicos de otra y dominar obteniendo beneficios que de otra forma no fueran posible tener y que no tienen que ver con preparación, habilidades y capacitación.
Pero quizás actualmente uno de los aspectos más peligrosos es el poder y el control que se ejerce por medio de la utilización de las herramientas electrónicas y las redes sociales a través de acusaciones calumniosas que son más comunes de lo que pensamos. Acusar calumniosamente a través de plataformas digitales es más sencillo que cepillarse los dientes, toma menos tiempo que preparar un desayuno ligero y una acusación calumniosa en redes sociales viaja a una velocidad vertiginosa y una vez lanzada difícilmente se puede medir su impacto en la vida de una persona. Puede provocarse con esto desde una “rostizada social” pasando por el ciberacoso, la pérdida de la libertad y el ejercicio libre de una profesión hasta la muerte civil.
Una persona que lanza una acusación calumniosa normalmente es movida por emociones pasajeras que suelen venir acompañadas de poca reflexión y un deseo de “que paguen justos por pecadores” sin que pueda dimensionar lo que esta infamia puede ocasionar. Bastan unas cuantas frases, un texto, una imagen para que esta persona ejerza un control sobre su víctima y sobre la mente de otras personas que serán persuadidas con su acción y como el fuego que se extiende por pastizales secos, la calumnia viajará a la velocidad de un “publicar” y ya está, nadie está a salvo.
Creo que nuestra evolución como seres humanos en aspectos tecnológicos, científicos, económicos y sociales debe necesariamente venir acompañado de valores éticos y morales que delimiten el poder y el control que como individuos podemos ejercer sobre otros. Una sociedad avanzada en tecnología sin ética y valores para utilizarla es como un primate jugando con una granada. La ciencia sin valores, sin límites éticos es tan peligrosa como una pistola cargada en manos de un bebé. La sociedad debe evolucionar a mejores formas de relacionarse, de comunicar y de escuchar de una manera activa para entender su prójimo. Se debe valorar la verdad como algo preciado e imperioso y se debe despreciar la mentira y la calumnia como algo que envenena cualquier ambiente y espacio. Estar conscientes de que nos necesitamos unos a otros, que somos interdependientes y que siempre que alguien sufre, la humanidad sufre y que en el bienestar de otros yo también puedo obtener bienestar.
¡Gracias por leerme, prueba la mediación!
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